Su origen se remonta a las burlonas “calaveritas” literarias que se escribían para Día de Muertos, y las calaveras elaboradas por José Guadalupe Posada (1852-1913). En uno de los grabados más famosos de Posada, se lee: “las que hoy son empolvadas garbanceras,* pararán en deformes calaveras”. De ahí su primer nombre: “calavera garbancera”.
Décadas después, Diego Rivera (1886-1957) pintó el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947). En dicha obra, Rivera retrató a Posada de la mano de su calavera garbancera, la cual a partir de entonces conocemos como "catrina".
“Catrín” se le dice a alguien muy emperifollado, muy “pipirisnais”. Así, tanto Posada como Rivera nos recuerdan que, ya sea garbancera o catrina (pobre o rica), toda persona acaba como calaca tilica y flaca.
*Vendedoras de garbanzo.
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